Tal día como ayer, cuando todos evitan la rutina de un día
laborable para hacer lo típico de una jornada festiva. No se quién declaró el 1
de Noviembre como el día de todos los Santos, cuando se aprovecha para hacer
una visita a personas que no te dan un abrazo al verlas, solo sientes que se lo
debes porque en cierto momento de tu vida o de algún ser querido fueron
importantes. El frío se hace notar, kamikaze es quién se atreve a ir en manga
corta a pesar de un sol reluciente que no ve peligrar su presencia por ninguna
nube malencarada. Recintos esperan la llegada de más gente que no suele pasarse
de normal por allí, recintos con cruces y que no se hacen notar. Los
cementerios son silenciosos y solo los 1 de Noviembre de cada año emiten un
alboroto que más bien puede parecer de una jornada festiva, aunque lo que se
espera dentro no suele producir risas. En Bonrepós i Mirambell, la mayoría de
gente se conoce, apenas avanzas unos metros camino del sagrado lugar que ya te
han parado tres o cuatro veces para preguntarte que tal va todo y como está la
família.
Conversaciones que reflejan la carestía y los problemas económicos
que buena parte de la sociedad española tiene. En un valenciano poco docente,
la gente muestra las sonrisas que ha tenido que reprimir dentro del recinto o
que prevén evitar cuando posen ante las imágenes de los recuerdos. Los
cementerios son lugares muy coloridos, con flores de todo tipo, con imágenes de
personas, pero que contradictoriamente no proporcionan alegría. Una ligera
sensación a guerra civil, a hambruna, a pasarlas canutas para sobrevivir
durante la dictadura o lo que fue todavía peor, la posguerra. Pero nadie se
acuerda de aquella negra etapa políticosocial, solo de los recuerdos más
felices que pasaron aquellas personas o almas que se esconden detrás de una fría
plancha de mármol. O al menos eso es lo que la gente cree, porque nadie se
atreve a destapar esos lugares para comprobar que sus seres queridos se
encuentran allí. Como si se tratara de una hemeroteca, fotos en blanco y negro
o con un cierto toque rojizo que muestra la tipología de las cámaras de la época.
La gente acude acompañada, como si contemplaran obras de un
museo o acudieran simplemente a ver como han quedado las flores. Bajo las gafas
de sol, la gente aparenta una extraña sensación de tranquilidad. Las señoras
mayores, más abundantes que los jóvenes niños. Proliferan más bastones que
piruletas, más moños que coletas y más tonos grises que rosa, morado o verde
chillón en las prendas de los asistentes. Señoras con problemas físicos para
andar necesitan el apoyo de sus hijas para desplazarse a contemplar la que por
el rostro es la persona con quién más tiempo compartieron en sus vidas. Pero
con frases en relación a la historia de España o de otros amigos que “viven” en
esa residencia espiritual, esconden las lágrimas que en el fondo les gustaría
sacar por esas personas con las que de un momento a otro dejaron de poder tener comunicación. Como si no quisieran que la visita se convirtiera en una escena de
culebrón novelesco, la firmeza de sus rostros deslumbra. Bajo mis gafas de sol,
a mi también me recorre una extraña sensación de tristeza y nostalgia que trato
de evitar contemplando nombres de personas a las que no he conocido, ni conoceré
en la vida.
Pero el rostro de mis bisabuelos, de mi abuelo materno, de
mis dos abuelos paternos a los que no llegué a recordar, y de mi tía, sobretodo de ella, los tuve que observar a sabiendas de lo complicado
que es permanecer frío ante sus alegres fotografías. Los lemas de sus lápidas,
incluso de no poder leerse completas porque las flores tapan algunas palabras,
hacen temblar parte de mis músculos. "fue muy fácil quererte, pero muy difícil olvidarte". Es cuando nos aferramos a otros detalles
para tratar de mantener la compostura, la colocación de las personas que pasan
por detrás, la suciedad acumulada en el mármol, si ese apellido del "vecino" de al lado es porque tiene
relación con nuestra historia o comentarios sobre el clima. Es cuando
necesitamos encontrar a alguien para disimular cierta alegría que en el fondo
no tenemos. Dejamos las lágrimas para la intimidad en lugar de mostrarlas
cuando más cerca de estamos de las personas que en su día quisimos, y cuando
hablo de su día no me refiero al que decidió hacer del 1 de Noviembre el
momento de homenajear a los que ya no están con nosotros.