viernes, 2 de noviembre de 2012

Las lágrimas escondidas

Tal día como ayer, cuando todos evitan la rutina de un día laborable para hacer lo típico de una jornada festiva. No se quién declaró el 1 de Noviembre como el día de todos los Santos, cuando se aprovecha para hacer una visita a personas que no te dan un abrazo al verlas, solo sientes que se lo debes porque en cierto momento de tu vida o de algún ser querido fueron importantes. El frío se hace notar, kamikaze es quién se atreve a ir en manga corta a pesar de un sol reluciente que no ve peligrar su presencia por ninguna nube malencarada. Recintos esperan la llegada de más gente que no suele pasarse de normal por allí, recintos con cruces y que no se hacen notar. Los cementerios son silenciosos y solo los 1 de Noviembre de cada año emiten un alboroto que más bien puede parecer de una jornada festiva, aunque lo que se espera dentro no suele producir risas. En Bonrepós i Mirambell, la mayoría de gente se conoce, apenas avanzas unos metros camino del sagrado lugar que ya te han parado tres o cuatro veces para preguntarte que tal va todo y como está la família.

Conversaciones que reflejan la carestía y los problemas económicos que buena parte de la sociedad española tiene. En un valenciano poco docente, la gente muestra las sonrisas que ha tenido que reprimir dentro del recinto o que prevén evitar cuando posen ante las imágenes de los recuerdos. Los cementerios son lugares muy coloridos, con flores de todo tipo, con imágenes de personas, pero que contradictoriamente no proporcionan alegría. Una ligera sensación a guerra civil, a hambruna, a pasarlas canutas para sobrevivir durante la dictadura o lo que fue todavía peor, la posguerra. Pero nadie se acuerda de aquella negra etapa políticosocial, solo de los recuerdos más felices que pasaron aquellas personas o almas que se esconden detrás de una fría plancha de mármol. O al menos eso es lo que la gente cree, porque nadie se atreve a destapar esos lugares para comprobar que sus seres queridos se encuentran allí. Como si se tratara de una hemeroteca, fotos en blanco y negro o con un cierto toque rojizo que muestra la tipología de las cámaras de la época.

La gente acude acompañada, como si contemplaran obras de un museo o acudieran simplemente a ver como han quedado las flores. Bajo las gafas de sol, la gente aparenta una extraña sensación de tranquilidad. Las señoras mayores, más abundantes que los jóvenes niños. Proliferan más bastones que piruletas, más moños que coletas y más tonos grises que rosa, morado o verde chillón en las prendas de los asistentes. Señoras con problemas físicos para andar necesitan el apoyo de sus hijas para desplazarse a contemplar la que por el rostro es la persona con quién más tiempo compartieron en sus vidas. Pero con frases en relación a la historia de España o de otros amigos que “viven” en esa residencia espiritual, esconden las lágrimas que en el fondo les gustaría sacar por esas personas con las que de un momento a otro dejaron de poder tener comunicación. Como si no quisieran que la visita se convirtiera en una escena de culebrón novelesco, la firmeza de sus rostros deslumbra. Bajo mis gafas de sol, a mi también me recorre una extraña sensación de tristeza y nostalgia que trato de evitar contemplando nombres de personas a las que no he conocido, ni conoceré en la vida.

Pero el rostro de mis bisabuelos, de mi abuelo materno, de mis dos abuelos paternos a los que no llegué a recordar, y de mi tía, sobretodo de ella, los tuve que observar a sabiendas de lo complicado que es permanecer frío ante sus alegres fotografías. Los lemas de sus lápidas, incluso de no poder leerse completas porque las flores tapan algunas palabras, hacen temblar parte de mis músculos. "fue muy fácil quererte, pero muy difícil olvidarte". Es cuando nos aferramos a otros detalles para tratar de mantener la compostura, la colocación de las personas que pasan por detrás, la suciedad acumulada en el mármol, si ese apellido del "vecino" de al lado es porque tiene relación con nuestra historia o comentarios sobre el clima. Es cuando necesitamos encontrar a alguien para disimular cierta alegría que en el fondo no tenemos. Dejamos las lágrimas para la intimidad en lugar de mostrarlas cuando más cerca de estamos de las personas que en su día quisimos, y cuando hablo de su día no me refiero al que decidió hacer del 1 de Noviembre el momento de homenajear a los que ya no están con nosotros.