martes, 30 de diciembre de 2014

Adiós 2014

Inseguro, miedica, nervioso, gilipichis, patoso, pero muy patoso! descuidado, despistado, torpe, atolondrado, egoísta, temeroso, cobarde, aprovechado, cerrado de mente, abandonado, perezoso, victimista, bazura, que ereh bazura, oportuno, incapaz, demasiado tolai, engreído, dubitativo, torrrrrrpe, refugiado, solo, negativo, siempre negativo, nunca positivo, odioso, vengativo, a veces incluso malhablado, depresivo, deprimente, ridículo, inestable, asqueroso, capullito, bellaco, lerdo, rencoroso cara de oso, tarambana, degradante, escoria, el tonto del bote, cagado, cretino, alborotado, BESUGO, insolente, pirado, pendejo, desesperante, quejica, insoportable, desagradecido, holgazán, hortera, orangután, zaparrastroso, patético, mangurrián, hipócrita, cabeza melón, tozudo, cutre, fanfarrón, gentola, inapropiado, ¡huevón!, merluzo, aberración de la humanidad, mocoso, pánfilo, loco, rácano, tarado, idiota. caraculo, desastroso, payaso (de los malos), y más cosas que no me acuerdo, me he ganado todos estos motes este año, espero que el 31 de Diciembre de 2015, pueda quitar, sino todos, muchos de esta lista. Este año no lo recordaré precisamente con alegría, pero aún así, me quedo con cosas buenas, empezaremos el nuevo año con una palabra: optimista. Pero como todavía estamos en este, vamos a despedirlo como se merece, con este ninot que te dice: ¡¡¡ADIÓS 2014!!!!


jueves, 11 de septiembre de 2014

El conductor de Donosti

Me apetece mucho contar esta anécdota, que quizás, de anécdota tenga lo justo. El Domingo volvía al Polideportivo de Nazaret, ese lugar que ya me empiezo a conocer al dedillo y donde me siento realmente bien. Seguí mi ritual, me levanté pronto y todavía legañoso me duché, hacía falta, ya que nos esperaba un caluroso paseo. En la calle, un bochorno poco habitual cuando todavía no habían pasado las nueve de la mañana. Emprendíamos el viaje con las manos cargadas de mis prendas del Levante, dos botellas de agua (una fresca y la otra congelada), la crema solar, las gafas, el móvil, el mp3 y la cámara reflex. El calor era asfixiante y las moscas no dejaron de agobiarme hasta el Ciutat de València, por donde me apetecía pasar siguiendo mi trayecto "romántico". 

Pasé por el cajero automático para sacar dinero con la intención de comprarme la comida, pero en la tienda donde suelo acudir no había ofertas de platos a dos euros y del día todavía no tenían nada preparado. El paseo, lejos de convertir-se en mi momento de relax, se convirtió en un tormento, entre el calor y el no haberme comprado nada para comer. Llegué a Nazaret y todavía no eran ni las once, una hora por delante que no aguantó ni el hielo de mi botellita. Tan solo la presencia de Ceci, que se marchó a algo del autobús, no le entendí bien, no había más conocidos en el Polideportivo. En eso que me fui al lado del vigilante del campo, quien estaba en la sombra y me advertió de que no dejará las bolsas ahí ya que se me podrían mojar por los aspersores, sin embargo, no los enchufaron.

Me di la vuelta un momento y vi que estaba el autobús de las chicas de la Real Sociedad. Me pareció un buen momento para acercarme y vi que estaba el conductor removiendo unas cajas con fruta, se comió un grano de uva, luego bajo un par de cajas de cartón y las tiró al contenedor. Le pregunté para asegurarme si era el conductor oficial, y empezamos una breve charleta, como aquellas entre dos conocidos de toda la vida. Confesó que todos los veranos iba a la costa valenciana, lo bonito que es San Sebastián, que habían llegado el sábado y partirían de regreso inmediatamente al terminar el duelo en un viaje de unas siete horas. Hablamos del tiempo, que habían dejado Donosti con 17 grados y que lo de hoy era insoportable, que conocía al párroco de Nazaret, también vasco como él, que en la inauguración del Polideportivo fueron invitados. 


No podía faltar la referencia a la mala coyuntura económica que estamos viviendo en toda Europa, un clásico en las conversaciones de la gente. Pero a diferencia de la mayoría, aportó un toque de esperanza a que las cosas cambien. Coincidimos en que lo de ahora es un problema, pero no quise pasar al oportunidad de decirle que cuando se va a ver deporte, hay que dejar los problemas en casa, y me dio la razón. Que hay que saber disfrutar de las cosas buenas de la vida, como un partido de fútbol, no dedicarse a insultar y no mezclar lo personal con el deporte. Acabé la conversación con una sonrisa, el debía seguir trabajando y yo no quise arrebatarle más minutos, en total unos 10 que estuvimos charlando, sin importar la edad ni la procedencia de cada uno. 

Ahí le dejé, no sin antes decirle que había sido un placer y que ojalá nos volviéramos a ver en un año. A medida que fueron llegando mis conocidos del Levante, o lo que yo llamo "mi familia granota", les fui comentando que había conocido al conductor del femenino de la Real. Los demás no le dieron mucha importancia al hecho, pero para mi si lo fue. No me quise marchar sin hacerle una foto, a saber lo que pensaría de mi. Pero fue la prueba de que cuando uno acude con su sonrisa y la amabilidad por delante, acaba conociendo a bellísimas personas. Lo mejor de todo es que tampoco él le habrá dado mayor importancia de la que yo le di a ese espontáneo encuentro. Con la que está cayendo, se aprecian más esos momentos donde el ser humano actúa como un buen ser humano. 

jueves, 15 de mayo de 2014

Una superfície única al món

Que gran és ser xicotet. Això és perfectament aplicable al racó de la màgia. Si observem des d’un satèl.lit aquesta parcel.la, comprovarem que és minúscula, insignificant per als més de 500 milions de quilòmetres quadrats que te la superfície de la terra. Inclús per a l’estat espanyol, situar aquest punt de referència seria una tasca impossible o pràcticament inapreciable. Des d’un mapa de València, hem de desplaçar-nos a la part del nord. Entrem al Google Maps, la plataforma que ara tot el món utilitza per a buscar un lloc. T’adintres per Rascanya, Els Orriols, Avinguda dels Germans Machado pel nord, Carrer de Sant Vicent de Paul que limita per l’Oest, Santiago Russinyol per el Sud i el Centre Comercial Arena per l’Est. Ja tenim localitzat aquest terreny que per a una persona allunyada del món del futbol, simplement serà una parada de tramvia en el seu destí, el col.legi on estudien els seus fills o una vesprada d’oci per les tendes dels voltants.

Ja és una tradició que en qualsevol passeig cap a València, ens desviem per a realitzar aquest pelegrinatge. Durant 162 hores setmanals, o en algunes, fins i tot, completant les 168, aquest espai te poc d’ambient. Els crits d’uns xiquets al pati, el tramvia que passa per les vies camí del Marítim o Tossal del Rei i un fum de cotxes que circulen per la Ronda Nord interrompen un silenci fresc que aprofiten algunes persones per a practicar esport, ja siga footing o bicicleta. Arribes a l’inici del carrer Sant Vicent de Paul per la part de dalt, a la dreta el Col.legi Miguel Hernández, a l’esquerra un recinte esportiu: Estadi Ciutat de València. Un escut i dos palmeres en l’entrada, finestres mig obertes i portes blaves tancades, solament la de les oficines és la que de tant en tant registra un moviment, i quasi sempre hi han uns cotxes aparcats en la zona habilitada. Enormes cartells de publicitat indiquen que aquest espai viu coses per dins que són emocionants, encara que des de fora no es pot apreciar cap dels secrets que guarda. Continuem davant fins que topem amb el parc d’Orriols. 

Girem a l’esquerra, pel parc ixen persones majors que venen de fer el seu passeig, o alguns aparca-cotxes esperant rebre compensació per les seues indicacions. Continuem mirant l’estadi, es va fent gran, s’acostem, però les tanques encara ens separen del recinte. Així fins arribar a la porta d’accés al aparcament, just al costat d’una tenda, la tenda granota segons posa en el cartell. Grans blocs de ciment grisos caracteritzen aquest enorme lloc, toques amb les mans els murs i estan freds, són rugosos, poc agradables per al tacte. Algunes finestres xicotets salpiquen l’estructura: les taquilles, que anuncien preus per al pròxim partit o informació sobre l’horari d’opertura. Seguim rodejant aquest recinte, arribem a unes portes que estan numerades. 11, 12, 13, 14, i així continuen fins que te trobes davant de l’entrada del Centre Comercial. Però no és el nostre destí de la visita i seguixes girant per la teua esquerra fins clavar-te per un carreró on rarament trobaràs alguna persona, i de tant en tant, un cotxe eixint de l’aparcament interior de l’ CC Arena. 

En aquest carreró amagat, més portes numerades i algunes deixalles de fem: llandes en els racons, botelles de plàstic, corfes de pipes, xiclets mastegats, fulles de diari i envoltoris d’aperitius. El color gris és la tonalitat que predomina en tota aquesta volta, fins que arribes de nou a l’Avinguda dels Germans Machado, mentre que a l’estadi lluïxen més cartells de publicitat. Així és el panorama que et pots trobar quan rodeges aquest camp de futbol. Un panorama que canvia almenys una vintena de vegades a l’any. Durant aquestes ocasions, el club propietari del Ciutat de València convoca a la seua gent per a que vinguen a l’estadi. Apareixen des dels quatre carrers que envolten el recinte persones vestides amb samarretes de colors blau i grana. Equipades amb bufandes dels mateixos colors o diferents, però totes elles amb un escut en comú o uns eslògans originals. De sobte, com si aparegueren de baix de la terra, et pots trobar tendetes que venen fruits secs, refrescos, bufandes o banderes de distints colors i equips de fútbol. 

S’obrin les portes del camp, vigilància, màquines on els aficionats han d’introduir els seus abonaments per a poder entrar dins. De repent, aparcar un cotxe es convertix en una feina molt complicada. Però sobretot, el més difícil és no escoltar paraules que ixen de boca de quasi tots els espectadors que han aparegut per aquesta superfície. Paraules que emocionen i els fa sentir feliços: granota, victòria, llevantinisme, coratge o il.lusió. L’ambient és radicalment distint, de la fredor d’un dia normal al calor d’un lloc especial. La gent entra dins, poc a poc, s’escolten milions de sons, salutacions d’amics, rialles, crits, cançons per megafonia que s’escolten dins i també fora. Un marc incomparable, perquè com comenta un d’eixos aficionats veterans, en cap altre lloc viuràs tanta concentració de granotes, però en cap cas estem parlant d’amfibis. Per quatre hores, aquest intrascendent lloc al món es converteix en el millor paradís per a milers de persones que compartixen una paraula transformada en sentiment: Llevant.


Traducción al castellano: Una superficie única en el mundo

Qué grande es ser pequeño. Esto es perfectamente aplicable al rincón de la magia. Si observamos desde un satélite esta parcela, comprobaremos que es minúscula, insignificante para los más de 500 millones de kilómetros cuadrados que tiene la superficie de la tierra. Incluso para España, situar este punto de referencia sería una tarea imposible o prácticamente inapreciable. Desde un mapa de Valencia, debemos desplazarnos a la parte del norte. Entramos en Google Maps, la plataforma que ahora todo el mundo utiliza para buscar un lugar. Entras por Rascanya, Els Orriols, Avenida de los Hermanos Machado por el norte, Calle de San Vicente de Paul que limita por el oeste, Santiago Rusinyol por el sur y el Centro Comercial Arena por el este. Ya tenemos localizado este terreno que para una persona alejada del mundo del fútbol, simplemente será una parada de tranvía en su destino, el colegio donde estudian sus hijos o una tarde de ocio para las tiendas de los alrededores.

Ya es una tradición que en cualquier paseo hacia Valencia, nos desviemos para realizar esta peregrinación. Durante 162 horas semanales, o en algunas, incluso, completando las 168, este espacio tiene poco de ambiente. Los gritos de unos niños en el patio, el tranvía que pasa por las vías camino del Marítimo o Tossal del Rey y una nube de coches que circulan por la Ronda Norte interrumpen un silencio fresco que aprovechan algunas personas para practicar deporte, ya sea footing o bicicleta. Llegas al inicio de la calle San Vicente de Paul por la parte de arriba, a la derecha el Colegio Miguel Hernández, a la izquierda un recinto deportivo: Estadio Ciudad de Valencia. Un escudo y dos palmeras en la entrada, ventanas medio abiertas y puertas azules cerradas, solamente la de las oficinas es la que de vez en cuando registra movimiento, y casi siempre hay unos coches aparcados en la zona habilitada. Enormes carteles de publicidad indican que este espacio vive cosas por dentro que son emocionantes, aunque desde fuera no se puede apreciar ninguno de los secretos que guarda. Continuamos delante hasta que topamos con el parque de Orriols.

Giramos a la izquierda, por el parque salen personas mayores que vienen de hacer su paseo, o algunos aparcacoches esperando recibir compensación por sus indicaciones. Continuamos mirando el estadio, se va haciendo mayor, se acerca, pero las vallas aún nos separan del recinto. Así hasta llegar a la puerta de acceso al aparcamiento, justo al lado de una tienda, la tienda granota según pone en el cartel. Grandes bloques de cemento grises caracterizan este enorme lugar, tocas con las manos los muros y están fríos, son rugosos, poco agradables para el tacto. Algunas ventanas pequeñas salpican la estructura: las taquillas, que anuncian precios para el próximo partido o información sobre el horario de apertura. Seguimos rodeando este recinto, llegamos a unas puertas que están numeradas. 11, 12, 13, 14, y así continúan hasta que te encuentras frente a la entrada del Centro Comercial. Pero no es nuestro destino de la visita y sigues girando por tu izquierda hasta meterte por un callejón donde raramente encontrarás alguna persona, y de vez en cuando, un coche saliendo del aparcamiento interior del CC Arena.

En este callejón escondido, más puertas numeradas y algunos desechos de basura: latas en los rincones, botellas de plástico, cáscaras de pipas, chicles masticados, hojas de periódico y envoltorios de aperitivos. El color gris es la tonalidad que predomina en toda esta vuelta, hasta que llegas de nuevo a la Avenida de los Hermanos Machado, mientras que en el estadio lucen más carteles de publicidad. Así es el panorama que te puedes encontrar cuando rodeas este campo de fútbol. Un panorama que cambia al menos una veintena de veces al año. Durante estas ocasiones, el club propietario del Ciudad de Valencia convoca a su gente para que vengan al estadio. Aparecen desde los cuatro calles que rodean el recinto personas vestidas con camisetas de colores azul y grana. Equipadas con bufandas de los mismos colores o diferentes, pero todas ellas con un escudo en común o unos eslóganes originales. De pronto, como si aparecieran de bajo de la tierra, te puedes encontrar tiendecitas que venden frutos secos, refrescos, bufandas o banderas de distintos colores y equipos de fútbol.

Se abren las puertas del campo, vigilancia, máquinas donde los aficionados tienen que introducir sus abonos para poder entrar dentro. De repente, aparcar el coche se convierte en una tarea muy complicada. Pero sobre todo, lo más difícil es no escuchar palabras que salen de boca de casi todos los espectadores que han aparecido por esta superficie. Palabras que emocionan y les hace sentir felices: rana, victoria, levantinismo, coraje o ilusión. El ambiente es radicalmente distinto, de la frialdad de un día normal al calor de un lugar especial. La gente entra dentro, poco a poco, se escuchan millones de sonidos, saludos de amigos, risas, gritos, canciones por megafonía que se escuchan dentro y también fuera. Un marco incomparable, porque como comenta uno de esos aficionados veteranos, en ningún otro lugar vivirás tanta concentración de granotas, pero en ningún caso estamos hablando de anfibios. Por cuatro horas, este intrascendente lugar en el mundo se convierte en el mejor paraíso para miles de personas que comparten una palabra transformada en sentimiento: Levante.

miércoles, 30 de abril de 2014

Otra vez a renacer

No pudo ser, y lo que tanto ansiábamos que llegará tendrá que seguir esperando. Me he levantado con una actitud muy positiva, incluso sonriendo, lo estaba haciendo genial, pero falló el remate y volvimos a caer con una estupidez por estar faltos de concentración. ¿Lo peor? otra vez a levantarse, habíamos logrado lo más improbable, estar de buen ánimo los instantes posteriores. Pero ahora, cuando llega la hora de la siesta, me está viniendo el bajón de manera inesperada.

Solo la idea de volver a atravesar tres semanas torturándome la mente me da una pereza y me quita la sonrisa. Ahora más que nunca necesita el apoyo de los míos que me mantengan en pie, para que dado los momentos de menos ánimo, puedan hacerme olvidar el problema y recuperar la ilusión de vivir. Y es que mi vida se ha convertido en un debate constante entre fórmulas para sacar fuerzas de donde no hay, de ideas que nos alivien un dolor que se alarga mucho.

Lo días son monótonos, vuelve el miedo a salir a la calle, necesito cosas nuevas que me hagan ver la vida desde una perspectiva distinta, manteniendo las cosas buenas que no quiero que desaparezcan e introducir nuevos elementos que me hagan replantear cosas más positivas. La vida es renacer de tus cenizas cuando llegan momentos donde todo es negro, siempre disponemos de esa posibilidad que nos haga empezar de cero, levantarse, afrontar nuevos retos, cambiar las cosas.

Mi felicidad no puede seguir dependiendo de algo que me tortura y me quita la sonrisa. Mi felicidad y mi sonrisa han de ir juntas y siempre deben estar al alcance de la mano, queda prohibido que ese binomio caiga en manos de otra persona ajena. Yo, yo y solo yo, ¿es egoismo? tal vez, pero para ser feliz, uno debe ser egoista y entregarse a las cosas que le llenan. Quiero responsabilidades que me aparten del problema, que me hagan sentir útil día a día, no estar tumbado en el sofá viendo la vida pasar.

Necesito un trabajo, necesito personas en mi día a día que me distraigan, que me hablen, que me tiendan la mano al momento para que el dolor no llegue a hacer daño donde más duele. Toca renacer, toca renovarse, pero lo que está claro es que debo ser yo quien cambie los elementos, si dejo que sean los demás, mi felicidad estará en sus manos, y eso no, en esta senda de la dificultad ya nos hemos caído bastante, pero como aun queda camino por recorrer, seremos nosotros quien dirijamos la batuta.

martes, 29 de abril de 2014

Palabras que eliminar de mi vida

Fracaso, depresión, limitación, impotencia, trauma, problema, frustración, lágrima, angustia, agonía, pereza, imposible, derrotar, derrotado, caer, llorar, inseguridad, menosprecio, soledad, insolidaridad, desánimo, obsesión, obstáculo, negación, impedir, daño, desmoralizado, pasado, fallar, error, aburrimiento, vacío, insuperable, tontería, roto, perdido, dramatizar, drama, incomprensión, desilusionado, peor, ausencia...

domingo, 27 de abril de 2014

Quiero conducir mi vida

Hace mucho tiempo que no escribo por aquí, la otra vez, cuando lloraba y lloraba porque me sentía inferior, me vino muy bien para volcar mis frustraciones personales. Ahora vuelve una etapa muy negra de mi vida que se está haciendo insostenible, demasiado larga, demasiado llena de momentos fugaces que intentan esconder algo que en mi interior me produce rabia. Lo más vergonzoso es que es un tema tan profundamente estúpido que hasta comentarlo me sonroja, pero que se ha convertido en uno de los peores traumas que tengo que superar.

Como si el carnet de conducir fuera el punto de inicio hacía la felicidad, he enfocado toda mi vida a superar ese problema. No quiero, quiero ser independiente a un hecho tan poco importante, quier que mi vida fluya ajena a esto. Pero algo hay en mi interior que no me deja pensar en otra cosa, cada minuto lo mismo, una sensación humillante de temor al fracaso, de saber que le estoy fallando a la gente que me quiere, de no poder mirar a la carretera. Me gustaría que se arreglara con un simple paseo y cambio de chip, pero después de toda la tortura que sigue sin tocar fin, es imposible dejarlo de lado.

No tengo hambre, he perdido la ilusión en las cosas, el sol no alumbra mi vida, todo me lo recuerda, todo. Mi padre pudo, mi hermano también, mi tío, mis amigos, toda la gente que conozco y los que no conozco. Uno ya no sabe que pensar, ¿es el carnet el problema? ¿hay una carencia increíble de autoestima y seguridad que me hace venir abajo en los problemas? ¿Porque a mi si otros pudieron, porque tengo que pasarme el día lamentando y torturándome cuando en realidad no quiero pensarlo? y sobretodo ¿porque un dolor tan fuerte cuando la vida no nos va en ello?

Pagaría porque alguien me diera respuesta a todas estas cosa y me ayudará a cambiar la mentalidad, pero la mente es tan retorcida que cuando más quieres evitar pensar en algo, más te retroalimenta en el problema. Pensaba que con la edad se acabarían muchos problemas, pero me doy cuenta de que no. Hace diez años pase una crisis existencial muy parecida. Sentía que cada minuto que se iba y no volvería era otra oportunidad desperdiciada en el camino a la felicidad. Me engañe pensando que la felicidad era cuestión de actitud, y bendito engaño, porque durante muchas etapas me funcionó.

Ahora sujeto mi felicidad a una cosa tan sumamente estúpida como sacarme una mierda de carnet de conducir. Pensando que así voy a ser feliz, ¿pero que pasa si esto se sigue alargando? ¿tengo que seguir siendo infeliz por una cosa tan absurda que ya ha consumido horas y horas de mi vida dejándome en un estado de malestar que ni con la muerte de personas queridas? Ahora mismo he perdido la ilusión por todo, me gustaría tener a mi lado alguien que me abrace y me haga pensar que si el mundo se acaba justo ahora, moriré arropado y protegido por gente que no me abandonará.

Se han juntado varias crisis al mismo tiempo. Estoy seguro que detrás de ese carnet de conducir se esconden otros problemas que en mi vida no he conseguido solucionar. La falta de amor, la falta de amistad, la falta de seguridad, la falta de protección, la falta de compañía. Soy una persona que gran parte de mi vida la he pasado solo, acompañado de mi familia que siempre me ha ayudado y algunos amigos, pero solo en las cosas que de verdad me han marcado en estos 23 años. Siempre me ha faltado esa alma gemela con quien compartirlo todo, que siempre supiera que decirme en cada momento.

Al menos nos hemos desahogado. La mente seguirá torturándonos, lo pasaremos mal, pero siguen diciéndome que debo confiar en mi. Ya son varias las personas que nos han comentado que a los problemas se les planta cara de frente, y que por muy imposible que parezca algo, si no lo intentas, si que será tu mayor derrota. Habrá que tirar de tópicos, el Miércoles será el día, lo único que le pido a la vida es que hasta entonces me deje vivir como más feliz pueda, y lo que tenga que venir, ya vendrá, que la vida no puede seguir discurriendo mientras nos lamentamos de los problemas.