viernes, 9 de diciembre de 2011

Diciembre

C’ est finni! Se nos va el año, un 2011 que ha tenido un poco de todo, alegrías y penurias. Dicen las malas lenguas que al final solo se recuerda lo bueno, y es verdad, pero lo malo si es muy malo, también estará presente cada vez que surja un fantasma del pasado. Pero centrémonos en las alegrías, cada vez queda menos para cumplir ese sueño que ya a pasado la línea de la obsesión.

Faltan unos 100 días para fallas y yo estoy igual de nervioso que si fuera para la semana que viene. No, aún hay que esperar un poco, pero es pensarlo y la sonrisa me lega hasta las orejas, aunque también pienso que por otra parte tendré que efectuar el reto yo solo. Nunca ha sido un problema la soledad a la hora de levar a cabo planes, si lo ha sido en algunas ocasiones en un plano sentimental.

Me encantaría encontrar esa alma gemela que tuviera la misma ilusión que yo para hacer esas actividades que me dan la vida. Llámalo hermano, llámalo amigo, llámalo primo, pareja, conocido, compañero, como tu quieras, alguien que me acompañara hasta el fin del mundo con la misma ilusión por hacer esas cosas. Una persona con la que no me cansara de hablar, y si nos callamos, baste una mirada para ser igual de feliz.

Pero la experiencia personal hace que eso no me preocupe tanto. Además puedo ser feliz con otras cosas, en el apartado económico no me va mal. Trabajo de profesor particular, gano un poco de dinero que me sirve para darme algún capricho, y ya se sabe en que consisten mis caprichos, nada de cosas caras, una empanadilla o una cesta blanca en cualquier supermercado.

Puedo tocar la navidad, está tan cerca que ya noto el frescor en los dedos. Me encanta la navidad, pero para disfrutarla necesito quitarme de encima todos los trabajos de la universidad. Lo voy a intentar, quiero ser feliz en este fin de año, casi tanto como lo fui en verano, pero sin el molesto y sufocante calor. Se nos va el 2011, y espero que con él, las malas experiencias, pero como todo en la vida sirve para aprender, aprenderemos.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Interprétalo como quieras

No hace muchos días hablaba con unos amigos sobre los mareos que provocan algunas series de televisión. Actores que abandonan las series en el momento donde más reconocimiento tienen por parte del público: Carmen Machi en Aida, Blanca Romero en Física o Química o María Adánez en Aquí no hay quien viva. Son algunos ejemplos de una larga lista que mencionaremos para reflexionar sobre el porque de estas decisiones. La verdad es que la televisión es un gran escaparate para la fama en el caso de los actores y siempre te puede abrir la puerta del cine. 

Pero después de asistir contemplar una obra de teatro con mis compañeros, debo decir que tal vez la cima de un actor no es hacer cine e ir a Hollywood, sino ser capaz de interpretar personajes ante un público y sin una manipulación externa que condicione el dramatismo. Inmediatamente me acordé de Anabel Alonso en aquella famosa serie de ya hace una década que se llamaba siete vidas. Aquí, Alonso hacía de una actriz fracasada que salía en la televisión en papeles pésimos, una mascota de un programa para niños o de una empleada del hogar al más puro estilo Juani de Médico de Familia. Pero ella lo que realmente quería era hacer teatro, la cumbre según ella de todo profesional del mundo interpretativo. 


Siempre tendré en la mente cuando veo una obra de teatro esa reflexión de la serie, y en la Sala Inestable del centro de Valencia, lo confirmé. El teatro es un mundo completamente distinto a la televisión, todo está guionizado, pero a diferencia de la cámara, no da oportunidad para el error. Seguro que habéis visto algún recopilatorio de errores en la grabación de una serie, palabras que se olvidan o se traban, risa que se escapa, descoordinaciones de actores, errores que nos hacen reír con ganas, bien, la risa nunca es mala. Pero en los escenarios y en el directo más puro, la risa se debe contener, nunca te puedes quedar en blanco, el texto debe estar memorizado, es la perfección hecha espectáculo. 

La música se debe escuchar en el momento justo que toca, no puede haber errores técnicos en la luz, es necesario que todo salga bien, ¿que digo bien? Debe estar bordado, como si en lugar de una obra de teatro fuera un filme con actores en tres dimensiones. Esta si es la pura realidad, la televisión puede dejarte repetir las escenas en innombrables ocasiones, el teatro no, y si hay algún error, la obra se viene abajo. ¿Encuentras ya la relación de los argumentos con lo que decía Anabel Alonso? 

El teatro es la esencia de la interpretación, y ser capaz de repetir una misma obra durante 50 vueltas y no equivocarte en ningún detalle, es porque eres un actor que nada tiene que envidiar a los que presumen de tener cinco oscars en sus vitrinas. Porque a esos fabulosos y guapos actores se las deberían ver ante un público que los examina con la mirada. Tal vez estos actores que mencionábamos al inicio del artículo tuvieron ofertas para el teatro, lo desconozco, pero si así fuera, lo entendería. Yo si fuera actor preferiría el aplauso de un público encantado que el prime time de máxima audiencia televisiva.