Ese espacio estratégico, con sólo una puerta, cerrojo,
acomodado a tu gusto. Puede ser tu habitación, no vamos a hacer la guerra, pero
es un símbolo. Se usan para hacer la guerra, para debatir cosas dentro sin
importar lo que pase alrededor. Los problemas lo rodean, pero queremos dejarlos
fuera, al menos hasta que pase el temporal y haya certeza y tranquilidad. En el
búnker sólo estás tú.
Tú con tus paranoias, con tus traumas, tus inseguridades,
tus penas, tus lágrimas. Todos esos elementos que fabrica el corazón y la
mente, todo se forma dentro. Qué sabemos del exterior, simplemente el vago
recuerdo de lo que vimos y sentimos antes de entrar. Porque en el búnker te
encierras y no quieres saber nada más de fuera. Es tu momento, el momento de
empezar de cero.
Nos desahogamos, lloramos todo lo que nos hacía falta,
debatimos con nuestra razón, pegamos golpes en las paredes. Desata la rabia,
grita, no importa, puedes hacerlo ya que a nadie le va a afectar. Nadie te va a
molestar por le ruido, nadie, principalmente los que te empujaron dentro. Por
un momento el mundo se olvida de que estás ahí, y si lo piensas, hasta es
positivo, porque ahora sólo necesitas de ti mismo para ser feliz.
Pon el búnker a tu gusto, decóralo, escribe sobre esas cosas
que te gustan, dibuja lo que dictamine tu imaginación. Tiene mandos para
moverse, arrástralo hasta ese valle solitario, no hay rastro de la humanidad,
puedes salir, respira. Siéntete libre, corre, sigue gritando, el búnker te
esperará con la puerta abierta, no se irá, es tu casa, ese rincón tan apreciado
dónde todo lo has construido con tus manos y las de nadie más.
Es tu lugar, tu lo has hecho posible, y como ya has
aprendido la lección y te has sentido mal, lo has puesto a tu imagen y
semejanza. No serás tan bobo de construir tu búnker de manera que te recuerde
lo triste. Has seleccionado tus recuerdos positivos, tus gustos, te has
olvidado del tiempo, eres una nueva persona. Sal con una sonrisa y piensa que
tu búnker siempre estará ahí, para cuando lo necesites.